Erase una vez... un juguetero que fabricó
una cajita con 25 soldaditos de plomo y uno de ellos por desgracia tenía
solamente una pierna, porque el juguetero no tenía suficiente plomo para
acabarlo.
Después colocó la cajita en el
escaparate de su tienda y una señora que pasaba por allí decidió comprarla para
su hijito. Cuando llego a casa y se lo dio a su hijo, este se puso muy
contento.
Por la noche cuando todos dormían
los juguetes correteaban alegres por la habitación y el soldadito decidió salir
a observar lo que había a su alrededor y de pronto se quedo hipnotizado por una
hermosa bailarina que danzaba en un lindo castillo hecho de cartón y papel.
Entonces quiso acercarse para conocerla, pero un payaso entrometido le dijo que
no se acercase a ella o si no tendría problemas con él. El soldadito no hizo
caso al payaso y este lo empujo, cayéndose por la ventana.
A la mañana siguiente llovía
muchísimo y unos niños que jugaban en la calle encontraron al soldadito tirado
en el suelo y decidieron hacerle un barquito de papel, y este navego y navego
por los arroyos de las calles hasta llegar a una alcantarilla, que estaba muy
sucia y el podre soldadito estaba muy asustado porque no sabía dónde estaba, y
al final de la travesía acabó en el mar, rodeado de peces y uno de ellos que
tenía mucha hambre, se comió al soldadito.
Un día no muy lejano la mama del
niño fue al mercado a comprar pescado y cuando volvió a casa, mientras cocinaba
el pescado encontró al soldadito en su interior y corriendo llamo a su hijo
para decirle que había encontrado a su soldadito perdido y volvió a ponerlo con
el resto de sus juguetes.
Esa misma noche el soldadito fue
otra vez en busca de la bailarina, que estaba sentada frente a la chimenea, pero de nuevo apareció el payaso entrometido y
los dos se batieron en duelo para ganarse el amor de la bailarina y ella
asustada se interpuso entre los dos para separarlos, y en un forcejeo la
bailarina tropezó y cayó en la chimenea, el soldadito corrió y corrió tras ella
para salvarla, pero quedaron atrapados entre las llamas.
Desde entonces no se supo nada
más de ellos, pero una mañana que la mamá limpiaba la chimenea encontró un
corazoncito hecho de plomo del soldadito y brillantes del vestido de la
bailarina, como una muestra de su amor.
Y colorín
colorado, este cuento se ha acabado...
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